Cuando ya daba por concluido el verano, un día extra de playa, el 15 de septiembre, lo he disfrutado. No sé si es la edad o el mal año que fue el 2006, pero disfruto de los pequeños instantes de felicidad.

Un baño de mar, la temperatura ideal, yo solo nadando con la mirada puesta en el horizonte con las siluetas de las islas Cíes, pensaba que felicidad y que suerte.

Ya en la orilla me quedo mirando el mar, y doy gracias por esos pequeños pero intensos momentos de felicidad.

Pero para otros el mar significa fuente de riqueza. Para otros un medio donde trabajar, aunque sea lejos de su hogar. Para otros el lugar donde un marinero deja una mujer y unos hijos que no saben donde dejar unas flores para su esposo y padre. Para otros es lo que separa la pobreza de la no pobreza, aunque sea alejarse de la familia de por vida o incluso perder la vida en el intento.

Es una jodienda, por no decir una putada, que la mera contemplación del mar de todos, no signifique lo mismo para todos, momentos de felicidad.